Por Pedro E. Soñé Lora
Moralistas, religiosos, sociólogos, profesionales de la psicología y de la conducta, personalidades de competencia muy variada, han coincidido en colocar en la familia el origen de la gran mayoría de los males sociales que nos agobian hoy.
Se ha planteado la urgente necesidad de rescatar y revalorizar esa institución, en un tácito reconocimiento del fracaso en que devino el libertinaje sexista de fines de siglo, que acabó de pasar el rolo a un modelo “viejo y gastado” de familia, heredado de la ya doblemente milenaria moral cristiana.
Con nostalgia, ahora añoramos la niñez y la juventud de los años cincuenta. Comparándola con los que van creciendo, estamos casi convencidos de que las generaciones previas fueron más realistas y felices, aquellas que nacieron y crecieron bajo los cuidados de mamá y papá.
Ante esta queja, prácticamente universal, el Sistema Educativo Dominicano se estrena con un material didáctico importado de sabrá Dios dónde, en el que se consigna de forma manifiesta una nueva concepción de familia, muy distinta a la que hemos conocido tradicionalmente.
Bástele a cualquier interesado hojear los nuevos “textos integrados”, destinados a los niños y niñas de primer a cuarto curso de básica, para leer los modernos conceptos y confirmarlos en cada una de sus imágenes, dibujos y ejercicios; se pretende, de manera alevosa, que los pequeños aprendan un “nuevo tipo” de familia, donde la figura paterna queda deliberadamente excluida, mientras se abre la posibilidad de dar carácter familiar a la asociación homosexual.
Indigna saber que, en medio de justificables reclamos por presupuesto, las autoridades educativas se encuentran tan divorciadas de nuestra realidad y verdaderas necesidades.
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